El ritual de los videojuegos
Y precisamente del principio quiero hablaros hoy, o mejor dicho, recordaros como eran las cosas antes. Sin juegos por descargas, sin tutoriales integrados, sin ediciones económicas… Esos años en los que cada nueva compra, venía acompañada de un bello ritual antes de apretar el botón “start”, el ritual de los videojuegos…
El ritual de los videojuegos ha ido evolucionando desde sus inicios hasta nuestros días, dependiendo de formatos, sistemas, modas y tendencias. En esta ocasión, para poder representarlo de la forma más fidedigna posible, daré especial protagonismo a la época de los 16 Bits, unos años en los que las circunstancias que rodeaban la compra de un videojuego hacían del ritual una experiencia mucho más entrañable, siendo igualmente extrapolable a todas las demás épocas.
A principios de los 90’, el nulo poder adquisitivo de la mayoría de los presentes (por cuestiones de edad) y el elevadísimo precio de los cartuchos de las consolas de 16 Bits, en especial los de la Super Nintendo (obviando a la Neo Geo), nos obligaba a escoger con sumo cuidado los títulos que queríamos poseer.
No había Hype, ni rumores ni falsas noticias, no reservábamos videojuegos meses antes de que estos estuviesen tan siquiera acabados como sucede en la actualidad… En esos años, nos informábamos por las revistas o jugábamos antes en las recreativas, probábamos el juego en las tiendas o por algún amigo y después, una vez convencidos de una forma u otra de que “ese” era nuestro juego, empezábamos la ardua tarea del ahorro o en su defecto, la de convencer a nuestros progenitores sobre la imperiosa necesidad de tener el juego deseado.
Con este panorama, pocos eran los juegos a los que teníamos acceso al año (como propietarios), por lo que cada nuevo título se convertía, aun antes de haberlo jugado, en uno de nuestros tesoros. En el preciso momento en que tras un cumpleaños, unas “buenas notas” o unos esplendidos reyes magos, nuestras manos establecían contacto con el tan ansiado cartucho, empezaba lo que denominamos el ritual de los videojuegos:
El contacto
Ya lo tenemos, ya esta ahí, meses esperándolo y nuestros dedos acarician la caja con la presión justa para que ni se nos escape de las manos ni el cartón o plástico se hunda un solo milímetro.
¿Corríamos desesperadamente a nuestro cuarto para probarlo? No, en absoluto, nos sentábamos o nos quedábamos directamente paralizados contemplándolo, observando el dibujo de la carátula, analizando todos esos detalles que nos dejaban entrever en que mundo nos íbamos a adentrar en escasos minutos.
Una vez contemplada y memorizada la carátula, tocaba centrarse en las capturas de pantalla… Dábamos la vuelta a nuestro juego aun sin abrir y sin importarnos si estaba en un desconocido ingles o francés, intentábamos descifrar lo escrito en la contraportada. Sellos de calidad, número de jugadores o megas, recomendaciones de edad, textos legales… Todo pasaba por nuestros ojos dando mayor importancia a lo que sencillamente la tenia, las capturas del videojuego.
Unas minúsculas pantallas de escasos centímetros hacían despertar nuestro instinto videojueguil,adelantándonos lo que el videojuego en cuestión nos iba a ofrecer de una forma más fidedigna: Una pantalla en la nieve! Fases de scroll vertical en un plataformas! Dos jugadores simultaneos!
Cuatro simples imágenes eran capaces de resumirnos un videojuego.
La apertura
Como si de un paleontólogo descubriendo un nuevo ejemplar de Trilobita se tratase, antes de tener el cartucho en nuestras manos, realizábamos una serie de procesos con sumo cuidado:
Retirar el plástico de la caja, buscar la apertura correcta en caso de que la caja fuese de cartón, quitar la protección del cartucho (la bolsita), apartar las instrucciones… Tras este meticuloso proceso ya estábamos en disposición de tener el cartucho en nuestras manos y volver a sentir ese sentimiento de realidad, un “sí, ya lo tengo” pasaba por nuestras cabezas mientras veíamos la misma portada pegada en el cartucho.
Las instrucciones
¿Había llegado ya el momento de insertar el cartucho en nuestra consola? En absoluto. Adentrarnos en un mundo desconocido con la única experiencia de nuestras anteriores aventuras era algo impensable. ¿Cómo íbamos a saber que peligros nos acecharían? ¿Cuál seria el item que deberíamos buscar a toda costa o que efectos tendría esa “S” dorada? ¿Contra quien nos enfrentábamos?
Como buenos exploradores, como soldados que se preparan para la misión más importante de sus vidas, era el momento de prepararnos para la “lucha”, el momento de abrir el librito de instrucciones por la primera página y no dejarlo hasta llegar a la última. Este simple hecho que ya ha pasado prácticamente al olvido para muchos de los jugadores, era algode suma utilidad en esos tiempos. Las instrucciones nos explicaban la historia y argumento que en muchas ocasiones, las limitaciones técnicas de la época no podían plasmar en nuestras pantallas. Nos enseñaban nuestros movimientos, nuestras armas, nuestros enemigos.
La diferencia entre leerse las instrucciones o dejarlas de lado, aun en juegos que hoy consideraríamos de extremada simpleza, determinaba nuestro comienzo, eficacia y disfrute en general de nuestra aventura. No nos quedaríamos atascados, no tendríamos dudas en ningún momento, tras leernos las instrucciones… Ya estábamos preparados para jugar y disfrutar el juego al máximo.
Si hoy las compañías se esfuerzan en enseñarnos la historia y mecánica de sus obras, antes un simple librito era leído con gusto por todos nosotros, valorando tanto su realización como su contenido. No era algo adicional, era un elemento indispensable de un videojuego, parte de ese juego que tanto nos había costado conseguir.
Ahora sí, a jugar!
Ya estábamos preparados, habíamos guardado las instrucciones en su caja, la cual colocábamos en la estantería ya que sabíamos que ese cartucho iba a pasar muchas semanas dentro de nuestra consola. Había llegado el momento de insertar el cartucho en nuestra consola, con mimo, con cariño… Una vez insertado, ya sólo nos quedaba encenderla.
Pero deprisa! El logotipo de nuestra consola ya esta en pantalla! En breve llegará el de la compañía y todavía no estas sentado en tu silla!
Eran momentos que saboreábamos como ningún otro… todos sabíamos que los mejores gráficos, la mejor música, la esencia de la historia estaba en el principio, en las míticas presentaciónes.
Los gráficos en 3D, los formatos de miles de megas y el video real han hecho que ya no nos sorprendamos al ver una presentación. Cuando los juegos estaban compuestos en su mayoría por pequeños sprites en dos dimensiones, ver en nuestras pantallas escenas estáticas a toda pantalla, con una calidad de “dibujos animados” era una experiencia única e irrepetible hasta llegar al final del videojuego, momento en el que los desarrolladores nos ofrecerían unas pocas pantallas más en la que se nos mostraría el desenlace final.
Por lo tanto, el principio, la presentación era algo sumamente valorado, durante todo el transcurso del videojuego no íbamos a gozar de aquella calidad gráfica y el argumento era expuesto en esos momentos en unas pocas líneas de texto…
Encontrarnos una presentación con escenas de video era comparable al primer bocado de Bollicao, cuando acertábamos el lado correcto, el que iba bien cargado…
Tras disfrutar de la presentación, ya estábamos a un paso de empezar nuestra aventura. Los menús eran sencillos, no había muchas opciones pero todas ellas eran analizadas hasta la saciedad, nunca sabias con que sorpresa te podrías encontrar, mucho más en unos años en los que muchos videojuegos no venían en nuestro idioma.
Había llegado el momento, estábamos a un solo paso de empezar nuestra aventura, la hora de jugar a nuestro nuevo tesoro… Podríamos habernos equivocado, era posible llevarnos un desengaño o haber acertado y experimentar vivencias que se quedarían grabadas en nuestra memoria para toda la vida.
Pero pasase lo que pasase, nadie nos podría quitar ese momento, en el que paso a paso habíamos disfrutado de nuestro videojuego sin tan siquiera probarlo… Era la hora de apretar nuestro botón preferido, el ritual de los videojuegos había concluido, era la hora de apretar el botón de “Start”, pero eso, ya es otra historia queridos amigos…